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Profecía india

miércoles, 16 de marzo de 2011

COMBUSTIBLES FÓSILES, NUCLEARES Y RENOVABLES.


La actual coyuntura de los combustibles fósiles en cuanto a su cada vez mayor dificultad para acceder a los mismos, los problemas ambientales y sociales que están generando así como la especulación con sus precios, parece que han dado la razón a algunos en cuanto a que la energía nuclear, en la sombra, iba a ir adquieriendo un mayor protagonismo. También es habitual y cada vez más, escuchar sobre un futuro que pasa por un mix de nuclear-renovables. Parece ser que el hecho de que junto a la palabra nuclear aparezca la palabra “renovables”, como que le resta importancia a las importantes cuestiones que plantea aquella energía procedente de la fisión del átomo.
Con la actual crisis de Libia, un importante país suministrador de petróleo para este tauricida país, como que la cosa de la nuclear vuelve a moverse entre el público y no es difícil escuchar cosas como que la energía nuclear, a excepción de los residuos, que vaya, no es poco, parece ser que no contamina. Sí que es cierto que durante el proceso de fisión a efectos prácticos las emisiones de CO2 son nulas pero, lo que nadie ha terminado de explicar y hacer entender, por un motivo o por otro, es que antes y después de la fisión del átomo hay una serie de procesos que han emitido enormes cantidades de CO2 para que el reactor pueda ponerse en funcionamiento y dar tratamiento posterior a una serie de residuos que dejamos como legado a unas cuantas generaciones venideras.
Veamos pues cositas que quizás a partir de ahora nos hagan entender que la energía nuclear no es tan limpia como pretenden hacernos ver. A raíz de un estudio de impacto ambiental encargado por The Ecologist la construcción de un reactor nuclear parece ser que supone la emisión de 20 millones de toneladas de CO2. Quizás tampoco nos hayamos planteado la procedencia del uranio, pues esto no sale digamos que con la misma facilidad que puede salir el petróleo o el carbón (y no por esto quiero ensalzarlos, ni mucho menos). No es una cuestión “tan sencilla” como ponerse a taladrar el suelo o ponerse con pico y pala a cavar una mina. La minería del uranio, como la de otro tipo de materiales, requiere de una explotación a cielo abierto. El problema es que el uranio no es un material tan abundante como nos pensamos, se trata de un material digamos que de “baja calidad” (aunque no sé si será este el término más adecuado), por decirlo de alguna manera, supone mover una enorme cantidad de tierra para encontrar una pequeña cantidad de uranio. De acuerdo con determinado documento al que he tenido acceso, la relación es de 100.000 a 1, es decir, debemos remover 100.000 toneladas de escombros, con toda la energía que ello conlleva, para producir 1 tonelada de uranio. Si un reactor viene a consumir una media de 100 toneladas, ya os podéis imaginar todo el proceso que hay detrás… Pero todavía hay más cositas. Dado que el uranio debe de ser procesado y enriquecido, se necesitan una serie de compuestos halogenados que, de no ser tratados correctamente y se dé la posibilidad de que escapen a la atmósfera, son 10.000 veces más potentes que el CO2 como gases de efecto invernadero. Tal como John Hughes planteaba en la revista The Ecologist: Tras la minería y el procesado del uranio ¿Es realmente viable plantearse la economía del uranio? ¿Estamos recuperando realmente todas las emisiones de gases contaminantes tras producir energía en el interior del reactor?

Pedro.

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